UN PAJARITO QUE ENCIENDE EL CAMPO CON SUS COLORES
Por Elio Daniel Rodríguez
Andando por el campo, es posible que en los meses de la
primavera y el verano nos encontremos con una criatura de llamativas
características en cuanto a colorido; un pajarito al que destaca, sobre todo,
su brillante rojo. Dorsalmente oscuro, la corona, el pecho y el vientre se
encienden en un intenso escarlata, que, contrastado con el verde de los montes
o el azul del cielo, permite que la presencia de esta ave no pase
desapercibida, a pesar de su pequeño tamaño, que no sobrepasa los 13 cm de
longitud desde el pico hasta la cola.
El churrinche (Pyrocephalus rubinus) recibe este
nombre vulgar por el característico sonido que emite. Tiene hábitos migratorios
y llega a nuestro país hacia los inicios de la primavera, tras lo cual, la
pareja hace su nido para traer al mundo a sus pichones. Pasados unos
meses, cuando llega el otoño será el momento de partir y volver al norte,
cuando la próxima llegada del invierno ya se anuncia y se aproximen las bajas
temperaturas.
El viaje que emprenden estas pequeñas criaturas no es corto,
y para los meses del otoño los churrinches emigrantes habrán llegado hasta
Colombia, en el norte de Sudamérica. Sin embargo, según ciertos autores,
algunos churrinches pasan en Argentina el invierno, en zonas de la región
chaqueña.
En el contexto geográfico del continente americano, la
distribución del churrinche es muy amplia. Está presente desde el sur de los
EE.UU. hasta Nicaragua, y desde Guayana, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú
hasta algunas zonas de Bolivia y Paraguay, el norte de Chile, el sur de Brasil,
Uruguay y gran parte de Argentina; también habita las islas Galápagos.
Evita las selvas y prefiere las zonas pobladas por arbustos,
los montes ralos y los campos abiertos. No es raro verlos posados en los
árboles que pueden rodear a una laguna, desde cuyas ramas tienen una
perspectiva amplia de lo que sucede a su alrededor y desde donde pueden
salir volando a la caza de los insectos de los cuales se alimentan. Cuando lo
hacen, vuelven inmediatamente a su percha, es decir, el lugar, en el que se
posaban o alguno cercano, esperando ver en las cercanías algún nuevo bocado.
Hay quienes dicen que las parejas que se conforman a la
llegada a los sitios de nidificación permanecen unidas por largos periodos de
tiempo. El cortejo se inicia cuando el macho exhibe a la hembra un insecto
capturado. Si esta lo acepta, ya ha quedado formada la pareja. Luego, el macho
mostrará a la hembra el lugar elegido para el emplazamiento del nido y es esta
la que acarreará los materiales y lo construirá.
Los pichones nacen cubiertos por un plumón amarillo claro y
son ciegos. Al sexto día de nacidos les aparecen las primeras plumas y a las
dos semanas ya han emplumado totalmente. Por lo general, permanecen entre
quince y diecisiete días en el interior del nido. Después de abandonarlo los
pichones de la primera postura, y mientras el padre se ocupa de su cuidado, la
hembra da inicio a una segunda postura. Cuando estos pichones de la segunda
nidada pueden alimentarse por sí mismos, los padres emprenden la migración.
Parten primero los adultos, y quedan los jóvenes, que es posible que ya a fines
de abril también emigren si se hace sentir el frío. Volverán cuando esté
comenzando la primavera.
Bibliografía:
– De la Peña, Martín Rodolfo. 2015. Aves
Argentinas. Incluye nidos y huevo. Eudeba / Ediciones UNL. Buenos Aires.
– Ferrari, Mabel; Fraga, Rosendo; Zanetti, Susana.
1984. El churrinche. Colección Fauna Argentina. Centro Editor de
América Latina. Buenos Aires.
– Narosky, T y D. Yzurieta. 2010. Guía
de identificación. Aves de Argentina y Uruguay. Vázquez Mazzini Editores.
Buenos Aires.
– Rodríguez, Elio Daniel. 2012. Aves del Cerro
San Bernardo y de las Serranías del Este de la Ciudad de Salta. Fondo
Editorial, Salta.
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