sábado, 4 de febrero de 2023

El churrinche

UN PAJARITO QUE ENCIENDE EL CAMPO CON SUS COLORES

Churrinche, Pyrocephalus rubinus. 
Fotografía: Elio Daniel Rodríguez.

Por Elio Daniel Rodríguez

Andando por el campo, es posible que en los meses de la primavera y el verano nos encontremos con una criatura de llamativas características en cuanto a colorido; un pajarito al que destaca, sobre todo, su brillante rojo. Dorsalmente oscuro, la corona, el pecho y el vientre se encienden en un intenso escarlata, que, contrastado con el verde de los montes o el azul del cielo, permite que la presencia de esta ave no pase desapercibida, a pesar de su pequeño tamaño, que no sobrepasa los 13 cm de longitud desde el pico hasta la cola.

El churrinche (Pyrocephalus rubinus) recibe este nombre vulgar por el característico sonido que emite. Tiene hábitos migratorios y llega a nuestro país hacia los inicios de la primavera, tras lo cual, la pareja hace su nido para traer al mundo a sus pichones.  Pasados unos meses, cuando llega el otoño será el momento de partir y volver al norte, cuando la próxima llegada del invierno ya se anuncia y se aproximen las bajas temperaturas.

El viaje que emprenden estas pequeñas criaturas no es corto, y para los meses del otoño los churrinches emigrantes habrán llegado hasta Colombia, en el norte de Sudamérica. Sin embargo, según ciertos autores, algunos churrinches pasan en Argentina el invierno, en zonas de la región chaqueña.

En el contexto geográfico del continente americano, la distribución del churrinche es muy amplia. Está presente desde el sur de los EE.UU. hasta Nicaragua, y desde Guayana, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú hasta algunas zonas de Bolivia y Paraguay, el norte de Chile, el sur de Brasil, Uruguay y gran parte de Argentina; también habita las islas Galápagos.

Evita las selvas y prefiere las zonas pobladas por arbustos, los montes ralos y los campos abiertos. No es raro verlos posados en los árboles que pueden rodear a una laguna, desde cuyas ramas tienen una perspectiva amplia  de lo que sucede a su alrededor y desde donde pueden salir volando a la caza de los insectos de los cuales se alimentan. Cuando lo hacen, vuelven inmediatamente a su percha, es decir, el lugar, en el que se posaban o alguno cercano, esperando ver en las cercanías algún nuevo bocado.

Hay quienes dicen que las parejas que se conforman a la llegada a los sitios de nidificación permanecen unidas por largos periodos de tiempo. El cortejo se inicia cuando el macho exhibe a la hembra un insecto capturado. Si esta lo acepta, ya ha quedado formada la pareja. Luego, el macho mostrará a la hembra el lugar elegido para el emplazamiento del nido y es esta la que acarreará los materiales y lo construirá.

Los pichones nacen cubiertos por un plumón amarillo claro y son ciegos. Al sexto día de nacidos les aparecen las primeras plumas y a las dos semanas ya han emplumado totalmente. Por lo general, permanecen entre quince y diecisiete días en el interior del nido. Después de abandonarlo los pichones de la primera postura, y mientras el padre se ocupa de su cuidado, la hembra da inicio a una segunda postura. Cuando estos pichones de la segunda nidada pueden alimentarse por sí mismos, los padres emprenden la migración. Parten primero los adultos, y quedan los jóvenes, que es posible que ya a fines de abril también emigren si se hace sentir el frío. Volverán cuando esté comenzando la primavera.

Bibliografía:

– De la Peña, Martín Rodolfo. 2015. Aves Argentinas. Incluye nidos y huevo. Eudeba / Ediciones UNL. Buenos Aires.

– Ferrari, Mabel; Fraga, Rosendo; Zanetti, Susana. 1984. El churrinche. Colección Fauna Argentina. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires.

– Narosky, T y D. Yzurieta. 2010. Guía de identificación. Aves de Argentina y Uruguay. Vázquez Mazzini Editores. Buenos Aires.

– Rodríguez, Elio Daniel. 2012. Aves del Cerro San Bernardo y de las Serranías del Este de la Ciudad de Salta. Fondo Editorial, Salta.

 



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